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En el trabajo de Registros Akáshicos no cambiamos lo que ha sucedido en nuestro pasado. Lo que ha sucedido realmente ha sucedido. Ninguna visualización o negación puede alterar lo que ya ha sucedido.

Esta es la verdad sobre los acontecimientos traumáticos: todo el mundo los ha experimentado. Es un elemento fundamental de la experiencia humana. Cada uno de nosotros ha sido herido por otros y ha herido a otros, ya sea intencionadamente o por error.

Cuando nos anclamos en los Absolutos Akáshicos de No temer, No juzgar, No resistir, nuestra necesidad de reescribir nuestra historia se disuelve. No es necesario cambiar lo ocurrido cuando no tenemos miedo. A través de este trabajo, comenzamos a valorar todas nuestras experiencias (fíjate, no digo “me gusta” sino “valorar”), a valorar todas nuestras heridas y podemos dejarlas ser lo que son.

Dentro del reino Akáshico, descubrimos que ninguna situación, ningún malestar, ningún trauma, ninguna calamidad, ninguna catástrofe, nada puede separarte de nuestro ser más íntimo, de nuestra alma.

No hay nada que pueda separarnos de nuestra esencia divina, no importa lo que hayamos hecho, no importa lo que hayamos dejado de hacer, no importa lo que cualquier otro nos haya hecho.

En la curación espiritual del trauma, no buscamos cambiar de ser una mala persona a una buena persona, de ser una persona enferma a una persona sana, o incluso de ser una buena persona a una gran persona. Se trata más de aceptar el ser humano. Queremos convertirnos en un ser humano apropiado, uno que haya encontrado la proporción correcta de nuestro yo humano en relación con nuestra naturaleza divina, nuestro yo divino.